Hace tiempo que ya hablamos de la influencia de los teléfonos móviles con cámara en el mercado de las compactas. Era fácil prever el desplazamiento de las cámaras en favor del teléfono con cámara. El aumento de calidad de las lentes, de los sensores y de los programas que controlan la cámara en el teléfono, los hace autosuficientes. A todo esto hay que añadir las propias posibilidades del teléfono móvil, mejor dicho, del smartphone o teléfono inteligente, el que realmente incorpora la cámara. Con éstos, la mayoría de fotografías que se hacen, además de guardarse en el propio aparato o en memorias externas, salen transmitidas a otros teléfonos, a correos electrónicos, a redes sociales, a álbumes web, incluso al propio ordenador. Y todo se consigue con solo apretar dos o tres veces algún botón o icono de la pantalla. ¡Qué fácil! ¡Así da gusto!
Eso deben pensar los fabricantes (con razón) y ya no se conforman con añadir la cámara como un atractivo más, ahora es todo lo contrario, es la cámara la que va a instalar el móvil, y por lo que se ve, lo está haciendo sin contemplaciones, pasando incluso del diseño, del peso y, casi del propio teléfono móvil, debe ser por las prisas del mercado. Prueba de ello es el Panasonic Lumix Phone, una compacta de 13,2 megapíxeles con un teléfono incrustado. O el llamativo Antek Leo con cámara de 14 megapíxeles y un objetivo que sobresale espectacularmente. A los que hay que sumar el Nokia N8, el Sony Ericsson Satio y el LG L-03C, los tres con cámara de 12 megapíxles, y el Samsung Pixon con 8 megapíxeles. Y esto no ha hecho más que empezar.
por Antonio Espejo / www.elpais.com