Una de las caracterÃsticas negativas del mundillo mediático dominicano es que muchas figuras no son proclives a cuantificar sus propias limitaciones, e ilusoriamente se creen capaces de hacer de todo.
Como el caso de Carmen Elena Manrique e Ivonne Beras, quienes sin estar calificadas integran el jurado del certamen “Mi Gran Actuación”, en Más Roberto, programa dominical de Telesistema.
Si Roberto Angel Salcedo, quien probablemente no ve más de 10 pelÃculas al año, seguramente en su mayorÃa de evasión y ninguna “de autor”, se autotitula “director y guionista de cine”, no sorprende que utilice a improvisados en rol de evaluadores.
En el caso de la Manrique, tal vez posea algún tipo de formación en cuanto a las artes escénicas, pero enfocada sobre todo en la actuación estereotipada que particulariza las telenovelas en versiones de México y Venezuela.
La situación es más patética en el caso de la señora Beras, quien se limita más que nada a seguir la pauta que traza la misma Manrique, empantanada con el aspecto de las transiciones que ejecutan los competidores de uno a otro personaje.
Naturalmente, Waddy Jáquez, y José Manuel RodrÃguez, curtidos en escuelas de actuación y fogueados por años sobre las tablas, desempeñan adecuadamente su labor de jueces.
No en balde, ambos actores se han sometido como tarea cotidiana a la crÃtica y la autocritica al realizar ejercicios de actuación, creación colectiva, dramaturgia, montaje y dirección.
Sin embargo, creo que el concepto del concurso está un poco desviado, ya que la esencia no deberÃa ser la didáctica y la corrección, sino la valoración en sà de los distintos ejercicios.
Se supone que los jóvenes que compiten tienen ya ciertos niveles de desarrollo y han sido instruidos en los aspectos fundamentales de las artes escénicas.
De plano hay que establecer si lo que plasmó el concursante tuvo valor artÃstico o simplemente fue un disparate, asà de sencillo.
El jurado debe estar conteste que una cosa es el talento innato para la interpretación que posea cada actor o actriz en ciernes, y los grados con que puedan pulirlo, y otra el dominio individual de las técnicas de actuación y sus actitudes en cuanto al movimiento escénico.
Por eso asumo que ningún bien le hacen al joven Andy al sobredimensionar su desempeño al ser el que con mayor ahÃnco y detalles trabaja sus personajes, pero en cambio no es asà con relación a sus niveles de expresividad si le comparamos con determinados rivales, como Sheyla por ejemplo.
Supongo que en lo adelante a los participantes se les exigirá mayor rigor estético en los pasajes que presentan cada domingo, ya que lo expuesto hasta ahora se circunscribe a lo elemental.
En tal sentido, los retos deberán ser más complejos con miras a seleccionar talentos que en verdad alcancen niveles de histrionismo que les faculten para brillar en la escena teatral, cinematográfica y televisiva del paÃs.
Por Jhonny Arrendel